Contar la historia de Generadora Unión, no es simplemente contar
la historia de unas hidroeléctricas. Si yo fuera a hablarle de un proyecto a
mis estudiantes, les hablaría de su ubicación, de cómo se eligió, de los
problemas puntuales de ingeniería que se encontraron y de cómo se resolvieron. O
tal vez de las particularidades técnicas que los hacen interesantes. Si tengo
algo más de tiempo, puedo hablarles de las relaciones con la comunidad, de cómo
se buscó la financiación o el cierre financiero, y hasta de pronto me alcanza
alguna anécdota graciosa que haya ocurrido.
Estas cosas, aunque pueden cuenticos interesantes, no le hacen
justicia a Generadora Unión. Puede que 20 años se sientan como nada en otras
circunstancias, pero creo que eso no aplica para esta empresa. Habría que
contar la historia de las personas que estuvieron detrás, y la forma como
cambiaron durante todo este tiempo. Pero entonces, teniendo en cuenta todo lo
que ha pasado ¿Qué historia se puede, o mejor, qué historia vale la pena
contar?
En realidad son muchas, y de varios género distintos.
Se puede contar historia la historia del término “filo de agua.”
Tres palabras que la ingeniería colombiana había olvidado completamente. En
este país de embalses gigantes, era necesario tener mucha visión para volver a
pensar que el futuro de la energía, era precisamente volver al pasado. Hidroeléctricas
pequeñas que aprovechaban las montañas de Antioquia sin tener que inundar los
valles ni sacar a las personas de sus casas. Algo que nadie entendía hace 20
años, ahora tiene obsesionados a los ingenieros del país mirando cualquier chorro
de agua para ver si se pueden aprovechar.
También es una historia de innovación, en el mejor sentido de la
palabra. Innovación no es simplemente usar tecnología de punta, sino que es comprender
las verdaderas posibilidades de un negocio. Es pensar más allá de los
kilowatios-hora, para mirar que también era posible venderles a unos europeos
una cosa que nadie conocía (dizque certificados de carbono) que sonaban como a
vender humo pero en realidad era vender aire limpio. Es entender que más que un negocio, las
pequeñas centrales son una forma de construir país. Es innovar con la sociedad,
sabiendo que si se invierte en la comunidad, se invierte en el mismo proyecto.
Es aprender que hoy en día, proyecto y comunidad son una sola cosa, y que se
necesitan mutuamente.
Esta historia también pudo haber sido una historia de terror. En
Colombia, no hay nada que hiele más la sangre que pensar en la posibilidad de
quedarse en el monte atrapado durante años. Pero para desarrollar los proyectos
era necesario ir a los sitios más golpeados por la guerra en Colombia, y hablar
con todas las personas involucradas para decirles: “Nosotros venimos a hacer un
proyecto, que es bueno para todos aquí.” Para hacer un proyecto como estos no
solamente es necesario hablar con ministros y banqueros, sino había que
atravesar zonas de guerra, para llegar a una casa humilde a comerse un sancocho
con una campesina. Habrá que dar gracias al cielo que esto no fue una historia
de terror, sino que se convirtió en una historia de esperanza.
Pero, ante todo, tenemos que reconocer que la historia de
Generadora Unión es una narración épica. Es contar la historia de un grupo de
ingenieros que creyeron en una quijotada: Construir centrales en las montañas
de Colombia sin músculo financiero, a punta de ingeniería bien hecha y de
proyectos atrevidos. Es la historia de cómo una oficina pequeña fue capaz de
convencer a medio país de su visión, desarrollando proyectos imposibles. Como
en toda épica, los protagonistas tienen que superar grandes pruebas y para
Generadora fue estar varios años frente a un futuro totalmente desesperanzador.
Fue atravesar una crisis económica que hubiera acabado a cualquiera, que
apretaba todos los días, a toda hora. Se necesitó mucho valor (y tal vez un
poco de terquedad) para seguir creyendo cuando todo parecía perdido. Para salir
de ahí, no fue suficiente el trabajo constante y obstinado, sino la ayuda de
todos ustedes lo que están aquí. Desde el apoyo sólido y silencioso de Diana y
Margarita, hasta los esfuerzos de todos los amigos, que literalmente apostaron
su trabajo a que estos proyectos salían. No queda más que dar las gracias,
Generadora Unión no es más que el esfuerzo colectivo de todos ustedes.
Termino con otra historia. Uno historia que me ha contado mi papá
mil veces y que pasó hace más o menos hace 50 años, en el colegio San José de
la Salle en Medellín. En alguna clase, el profesor les pidió a los estudiantes
que entregaran los trabajos un grupos de 5 personas. Esto no tendría ningún
problema, excepto que el combo de amigos de mi papá eran 6. Trataron de hablar
esto con el profesor, pero se encontraron con que los grupos eran de 5 personas,
nada que hacer. Si entregaban un trabajo entre 6, la nota iría para los
primeros cinco nombres que aparecieran en el trabajo, y el último tendría un
cero.
El grupo no se dejo amedrentar, y entregaron los trabajos durante
varios meses, cambiando el orden de la lista de los nombres, de tal forma que
el cada uno se rotara el turno de recibir un cero.
Hasta que un día, cansados de los ceros (hombre, a nadie le gusta
un cero) se les ocurrió una genialidad. Compás en mano, dibujaron un
círculo en la primera página del trabajo
y pusieron todos los nombres en la circunferencia, uno detrás de otro. Así, no
habría un orden fijo, no sería posible
saber cuál era el primero ni el último nombre de la lista. Así entregaron el trabajo, y esperaron.
Cuando el profesor se los devolvió, vieron una anotación que les decía “La
constancia vence lo que la dicha no alcanza.” El profesor, además, les quitó todos los ceros del semestre.
Esta es una historia muy bonita, y que se
ha convertido en toda una fábula familiar. Un relato con el que mi papá nos
trató de enseñar el valor de la lealtad, del ingenio y de la perseverancia.
Pero, para mi hermano y para mí no deja de ser una historia.
Podemos imaginarnos ese momento, pero eso no se compara con lo que
vimos con nuestros ojos. Estábamos en primer fila cuando se formó Generadora,
nos tocó ver excavar lo túneles de Rio Piedras,
empezamos a soñar con Amoyá, y nos tocó ver como la empresa fue golpeada
por la crisis, llegando a creer que se acabaría. Nos tocó recibir la llamada
desde Austria del cuando ganamos Energy Globe, y escuchamos el ruido de la
turbina en la casa de máquinas cuando Agua Fresca empezó a generar.
Una cosa es que a uno lo eduquen con historias, pero otra muy
distinta es que lo eduquen con el ejemplo. Si en algún momento mi papá nos
enseñó el valor de la lealtad, el ingenio y la
perseverancia, no fue con la historia del San José. Si aprendimos, fue
de verlo a él y a Sergio, durante los últimos 20 años, trabajando con juicio,
apoyándose en los amigos y dándole la cara a las dificultades.
Esa, aunque me quedo corto en palabras,
es la historia de Generadora Unión que vale la pena contar.
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