lunes, 9 de marzo de 2009

Moctezuma Globalizado



Dice la leyenda que luego de que el ejécito de Cortés español ferozmente con el imperio azteca, masacrara millones de hombres, mujeres y niños, y arrazara la majestuosa Tenochtitlán, esa mágnifica ciudad de lagos y templos gigantes, para secarla y crear allí la contaminada megalópolis conocida como el DF, Moctezuma, el último empreador azteca, desde el otro mundo maldijo a los invasores para siempre.

Desde eso, millones y millones de turistas que visitan Mexico están en constate peligro de padecer la maldición, que no es exclusiva de los habitantes de la madre patria, sino que ataca a todos los hombres blancos sin importar su nacionalidad ni herencia, que nos incluye a lo hermanos latinoamericanos, que, a pesar de que somos nativos de esta peculiar América, no hay perdón por lo blanca que es nuestra piel.

Y es que un turista incauto (digamos danés) que llegue a Mexico, va a querer deleitarse con su exquisita cultura, y en representación máxima de esto, con su exquisita comida. Aquellas variedades de sabores, miles de picates distintos para todos los gustos, rojos, verdes, amarillos, naranjas, marrones y negros. Cada uno con su sabor, cada uno con su particular firma. Y el turista come y prueba y le gusta. Esto va más allá del rábano y la pimienta, condimentos a los cuales está acostumbrado. Y prueba de los que puede, y cada vez conquista más los sabores exóticos de esta tierra extraña. El es un conquistador, con chanclas por botas, gafas por armadura, cámara por espada y morral por corcel. Y es probable que conquiste su mesa, o por lo menos, parte de ella. Con unos tequilas atravesados, el conquistador debe sentirse como amo y señor de esa tierra,listo para conquista a alguna belleza con sangre azteca que se atraviese en su camino.

Pero Moctezuma no perdona, su maldición y venganza llegan a atormentar al conquistador. En la mañana, con algo de resaca y cansancio de la noche anterior, nuestro conquistador siente algo raro de su cuerpo. Veneno! piensa, mientras su sangre no parece su sangre, y sus órganos parecen dispuestos a no funcionar. Depronto el dolor en las entrañas, y lo difícil que es moverse, mareo, sudor, sufrimiento. El baño cercano parece una salvación conta ese mal antiguo, y nuestro conquistador se cree salvado. Pero que equivocado está. Comienza apenas otra parte del calvario, donde descubre que los chiles que comió no pierden sus propiedades de irritar sus tejidos, ni a la entrada, ni a la salida.

Esto puede durar varios días sin síntomas de mejora.

Moctezuma se ha vengado en nombre del pueblo azteca, con los hijos de los hijos de los hijos del hombre blanco que mató y robó. Nadie se salva, y debe estar agradecido por la piedad del emperador que no lo hizo peor.



Tiempo después, el hombre blanco globalizó el mundo, y los potenciales conquistadores de tierras aztecas iban advertidos de la terrible malidición que los acecha. Y se confiaban pensando que yendo advertidos podrían sortearla. Pobres incautos.

En vez, Moctezuma aprovechó dicha globalización para atacar a las tierras lejeas, que se habían beneficuado del robo del tesoro azteca. Como si fuera oro, los conquistadores llevan muestras de los sabores de esa extraña tierra en pequeños envases de vidrio (como el vidrio que alguna vez cambiaron por metales preciosos con los nativos, engañandoles) para sus familiares y amigos, sin saber que así como el oro robado, ellos están malditos. Claro que muchos los saben, y entienden que el hombre blanco debe purgar más sus pecados, así como toda la sociedad azteca sufrió, la maldición no es sólo para los guerreros conquistadores, sino para todos, mujeres y niños incluídos.

Y así llego a mí. En un pequeño tarro de vidrio, negruzco. Sin etiquetas de ningún tipo.

Me lo ofrecieron mis cuñados, al darse cuenta que yo era una persona que apreciaba los sabores de aquella tierra, y que soportaba las escamas de ají y un potente ají en polvo. Con sólo ver y oler sabía a qué me atenía. Eran Jalapeños Ahumados, algo nuevo para mí, y probé un poco. Un sabor delicioso, un picante qué, aunque irritaba tenía el gusto que lo hacái enviciador.

Conocedor de la maldición, y ya habiendo purgado varias veces los pecados de mis ancestros, fui cauteloso. El ají es como el mar, uno puede ser atrevido pero NUNCA, y NUNCA es NUNCA, debe ser irrespetuoso. Comí con respeto, sabiendo que aunque así lo hiciera no saldría del todo inmune.

Y la venganza de aquel rey que le brindó su amistad a Cortés y fue traicionado cayó sobre mí. Pero fue comapasivo, y agradezco su piedad. Pero por más compasivo que fuera, esto no me salvó de terminar sentado, desnudo, enfermo, con las manos sobre el abdomen, con tanto dolor que se nublaba mi vista y mi pensamiento, y con la cabeza agachada, a modo de venia, de humildad y de penitencia, pero tambien como pidiendole clementemente a Moctezuma que no se vengara de mí así, sino que lo hicera al mismo modo que mis ancestros y pasara un acero y cercenara mi cabeza.


PD: En mi micro investigación para hice este poste, encontré que la frikipedia tiene un artículo gracioso acerca del tema. Hay una sección: que diría el doctor house si llegaras a consulta con la maldición


  1. Mándelo a la oficina de Cuddy.
  2. ¡Felicidades!, vas a morir virgen.
  3. Ugh, Venganza de Moctezuma. Chase, encárgate de él.
  4. Espero que esos tacos hayan valido la pena.
  5. ¿Ya no quieres Taco Bell eh? (disclaimer, taco bell no son tacos, por más que quieran creer que lo son).
  6. ¿Y que vienes a hacer aquí?
  7. -"Inyectale Mofina", -"¿Cuánta?", -"Toda".