jueves, 18 de marzo de 2010

Los Suramericanos!!!!!

Es difícil explicar la emoción que siento hacia los juegos. Me encantan, como todo ese tipo de eventos deportivos. En un país que solamente vive y respira fútbol, los suramericanos son toda una ola de frescura que llega.

La verdad, soy una especie de freak de los deportes autistas. Cuando puedo, no me pierdo los olímpicos, estuve despierto a las 3:00 a.m. viendo a María Isabel Urrutia levantar el peso de su medalla de Oro para Colombia en Syndey, rabieté por la pésima transmisión de los de Atenas, disfruté de los de Beijing incluso en la mitad de mis rumbas (ví la final de volley masculino medio borracho en una finca con la gente de la U) e incluso estuve viendo los de invierno que acabaron de pasar en Vancouver.

Debo confesar que creo que me encantan porque siempre quise ser un atleta de alto rendimiento. El romper una marca, el altius citius fortius, el consagrar esfuerzos para un objetivo claro, simple y a la larga fútil, me parece algo hermoso, y con un valor... espiritual será. Sin embargo, nunca tuve el talento para poder hacerlo. Mirando en retrospectiva pude haber tenido futuro en natación, pero siempre me enfermaba del oído. Quise hacer clavados pero ya estaba muy viejo (tenía 12 años, tenía que haber empezado de 11) y pasé por una cantidad de deportes con más pena que gloria.

Pero eso no quiere decir que no me pueda volver un fan consagrado. Y por esto me gustan que los juegos hayan venido a Medellín, porque me dieron la oportunidad de disfrutar unos juegos donde aunque no conociera a la grandísima mayoría de deportistas, y mi barra fuera más por nacionalismo que por méritos deportivos, los disfruté un montón. Pude ir a algunas competencias en vivo, y fueron muchas las que vi en televisión debido a la grandísima acogida que tuvo entre la gente.

Fue fenomenal, más que por ver nivel o por mirar competencias, fue porque en realidad pude ver que es lo que Medellín hace la ciudad que es. Siempre se me ha hecho paradójico que mientras lo que más se promociona de esta ciudad es la gente es amable, y la calidez del trato y todo eso, uno siente que en Medellín la gente trata de encerrarse más, de separarse más, de salir menos del poblado y de mezclarse menos con la gente del resto la ciudad, sea por miedo, sea por clasismo o por lo que sea. Los extranjeros siempre son bienvenidos, pero a veces siento que los propios paisas nos separamos más y más.

En estos juegos, estar sentado con un montón de desconocidos al lado, y poder hablar tranquilamente de cómo le fue a Maria Luisa, o de comentar la belleza de alguna deportista, de pedir explicaciones sobre las puntuaciones del Judo y cosas por el estilo, o incluso conversar con un futbolista peruano en el metro me devolvieron un poco mi fe en la gente. Y en que si uno vive en una ciudad no es para vivir solo, sino para conversar con el que está al lado, así nunca lo volvamos a ver.

Para mí, lo mejor de los juegos fue eso. Estar con la gente de Medellín, disfrutar con ellos los juegos y sentirme parte de la ciudad. Más que los 144 oros de Colombia, más que la inauguración y la clausura, más que los escenarios nuevos y más que el aire de fiesta de paz y de hermandad latinoamericana.

Ya acerca de las justas que vi, no hubo nada como el ciclismo de ruta. Es verdaderamente un deporte nacional. Creo que nunca lo había entendido como hasta ahora. Pero ese post se los quedo debiendo.