lunes, 25 de agosto de 2008

Viajar en Tren

Como dice la canción, es lo mejor. Nunca lo había hecho, o pues puede que sí, pero había montado en trenes de mentiras, un parques de diversiones o en un tren turístico a lo sumo, pero no creo. Bueno, digo esto exluyendo a los metros, que pueden ser trenes pero uno nunca estará más de una hora en un vagón de esos. Me refiero a los trenes grandes, a los que representan una opción de transporte entre dos centros poblados alejados. Esos que dejaron morir en Colombia. Esos que tantas historias han creado ya sea o porque se pierden o porque se toman a tiempo.

Tal vez por culpa de todas estas historias, y por lo mucho que los ví en las películas que siempre tuve una fascinación por estos aparatos. No solo por ellos, sino por toda la mística que ellos mismos se crearon alrededor gracias a sus estaciones, a sus rutinas como el tiquete y el "all aboooaaard", a su la puntualidad, al paisaje inaccesible que parece una película visto desde la ventana.

Además, el hecho de que en Colombia no existieran me afectaba mucho. Existe uno que transporta carbón carbón que no he podido conocer. Pero Yo Fueron el motor del desarrollo del país en la primera mitad del siglo pasado, hasta llegar al punto de que ambos océanos estaban conectados por esta vía. De Buenaventura a Santa Marta, y conectaba a en Cali, el Eje Cafetero, Medellín, Bogotá, Cartagena y Barranquilla. Medio país. Yo conozco particularmente el caso de Antioquia. Hacer un ferrocarril acá era particularmente dificil por las lluvias, la selva, las enfermedades y las montañas empinadas que se cerraban en los sitios más inoportunos. Hubo que hacer el túnel más largo de Colombia para lograrlo, y mientras lo terminaban, la carga iba de un lado de la montaña a otro a lomo de mula. Sobre el ferrocarril de antioquia hay centenares de historias que van desde un incendio completo de un cargamento cargado de algoddón, hasta una plaga de langostas que hizo descarrilar un tren. Pero me estoy desviando del tema. En Colombia, los ferrocarriles murieron en la década de los 70, para nunca volver. Culpa de mlos manejos administrativos, falta de actualizacipon de infraestructura y la ilusión de que viajar por carretera es más rápido, más barato y mejor. Toda la estructura existente, rieles, viaductos, túneles y estaciones o no existen o existen congeladas en el tiempo, a medio derruir, con humedades y pedazos faltantes, como testigos de épocas distintas.

(En cierta medida son hermosos. A la salida del túnel de la quiebra hacia Berrio, existe una vereda llamada El Limón, donde había una estación de ferrocarril. El Limón es una vereda a la que hay que llegar o por el túnel o caminando 1/2 hora por una trocha desde la carretera. por su relativo aislamiento, las estructuras estan convservadas y llegar allí se siente como llegar a un pueblo fantasma, con una estacion de tren blanca y roja que evidenciaba la elegancia de otras épocas. Es hermoso, si pueden les recomiendo que vayana.)

Al nostalgia por los trenes ha contagiado a una comunidad grande de ingenieros, que crren en que algún día volver, y que son indispensables para el desarrollo. Incluso me contagió a mí, que hice mi tesis de pregrado (dirigida por Ignacio Arbeláez, un epsecie de ingeniero mítico) donde traté de darles nuevos aires financieros a los proyectos de ferrocarriles desde la venta de certificados reducción de emisiones de gases invernadero.

Entonces, al tener la oportunidad de viajar en tren desde New York hasta Philadelphia supe que tenía que aprovecharla. Aunque viajar en tren no sea barato ya que puede costar 4 o 5 veces lo que vale un bus o más y la diferencia en tiempo no es muy grande. Pero me fui para la estación a comprar el tiquete, y aunque había fila no me demoré mayor cosa. Los trenes salen casi cada 1/2 hora e ir a conseguir un tren pa cualquier parte es muy fácil. Y si uno ya tiene tiquete puede fácilmente llegar 5 minutos antes de que salga. Y uno entra al tren de una, solo revisan que sea el tiquete correcto y ya. Y el tren llega puntual, puntualísimo. Y sale igual.

Uno compara... Ir hasta un aeropuerto que es normalmente en la mierda. Llegar 1 hora antes para hacer check-in y toda la pendejada. Filas, silas y filas. Máquina de Rayos X. "Sir, can your take your shoes off please" (Los gringos están inmamables desde 9-11. Estar en una sala de espera viendo mala televisión de aeropuerto. Finalmente entrar a una lata de sardinas que vuela donde cada vez hay menos espacio para los pies. Y si uno es bien sismático, tener que ponerse cinturón de seguridad. Tener que aguantarse al mismo vecino. Comer en la misma silla. Luego esperar pa reclamar las maletas y coger un taxi hasta la ciudad que es en la mierda. Ahh eso si tienes suerte y el avión no se retrasó 5 horas por mal clima.

Eso contra: llegar 10 minutos antes a una estación en medio de la ciudad. Entrar, escoger la silla que querás, que por cierto son MUUUY ampliar, al tratase de arrastrar en vez de volar no hay que economizar apeñuzcando a todo el mundo, simplemente le pegamos otro vagón. Y si te cansas de tu silla, te vas pa una mesita, o te vas y te compras cualquier pendejada en la cafetería (esto viajando a lo estudiante, hay trenes donde te dan cena completa). En un viaje sin brincos, sin turbulencias, sin trancones, sin pitos. En un viaje rápido donde sabes exactamente a que hora sales y a que hora llegas. Puede que uno se demore un poco más en tren que en avión, pero creo que hay un claro ganador.

Ni me molesto en hacer la comparación con un bus. Eso si sería una masacre.

Me encantó. Creo que todo el mundo lo debería hacer alguna vez. No veo la hora de montarme en un MagLev que vaya a más de 400 km/h. Pero este viaje me subió la nostalgia. Ahora si me enamoré de verdad de estos bichos. Y cada que me toque viajar por Colombia, y esté estancado por un derrumbe en una carretera donde no vendan ni tamales o cuando lleve 3 horas de desespero en un aeropuerto luego de terminar 2 revistas de crucigramas, pensaré con desagrado que definitivamente hay mejores formas de viajar. Ojalá que en este país las quisieran hacer, porque lo que falta es voluntad política.

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