sábado, 13 de junio de 2015

Discurso para los 20 años de Generadora Unión

Contar la historia de Generadora Unión, no es simplemente contar la historia de unas hidroeléctricas. Si yo fuera a hablarle de un proyecto a mis estudiantes, les hablaría de su ubicación, de cómo se eligió, de los problemas puntuales de ingeniería que se encontraron y de cómo se resolvieron. O tal vez de las particularidades técnicas que los hacen interesantes. Si tengo algo más de tiempo, puedo hablarles de las relaciones con la comunidad, de cómo se buscó la financiación o el cierre financiero, y hasta de pronto me alcanza alguna anécdota graciosa que haya ocurrido.

Estas cosas, aunque pueden cuenticos interesantes, no le hacen justicia a Generadora Unión. Puede que 20 años se sientan como nada en otras circunstancias, pero creo que eso no aplica para esta empresa. Habría que contar la historia de las personas que estuvieron detrás, y la forma como cambiaron durante todo este tiempo. Pero entonces, teniendo en cuenta todo lo que ha pasado ¿Qué historia se puede, o mejor, qué historia vale la pena contar?

En realidad son muchas, y de varios género distintos.

Se puede contar historia la historia del término “filo de agua.” Tres palabras que la ingeniería colombiana había olvidado completamente. En este país de embalses gigantes, era necesario tener mucha visión para volver a pensar que el futuro de la energía, era precisamente volver al pasado. Hidroeléctricas pequeñas que aprovechaban las montañas de Antioquia sin tener que inundar los valles ni sacar a las personas de sus casas. Algo que nadie entendía hace 20 años, ahora tiene obsesionados a los ingenieros del país mirando cualquier chorro de agua para ver si se pueden aprovechar.



También es una historia de innovación, en el mejor sentido de la palabra. Innovación no es simplemente usar tecnología de punta, sino que es comprender las verdaderas posibilidades de un negocio. Es pensar más allá de los kilowatios-hora, para mirar que también era posible venderles a unos europeos una cosa que nadie conocía (dizque certificados de carbono) que sonaban como a vender humo pero en realidad era vender aire limpio.  Es entender que más que un negocio, las pequeñas centrales son una forma de construir país. Es innovar con la sociedad, sabiendo que si se invierte en la comunidad, se invierte en el mismo proyecto. Es aprender que hoy en día, proyecto y comunidad son una sola cosa, y que se necesitan mutuamente.

Esta historia también pudo haber sido una historia de terror. En Colombia, no hay nada que hiele más la sangre que pensar en la posibilidad de quedarse en el monte atrapado durante años. Pero para desarrollar los proyectos era necesario ir a los sitios más golpeados por la guerra en Colombia, y hablar con todas las personas involucradas para decirles: “Nosotros venimos a hacer un proyecto, que es bueno para todos aquí.” Para hacer un proyecto como estos no solamente es necesario hablar con ministros y banqueros, sino había que atravesar zonas de guerra, para llegar a una casa humilde a comerse un sancocho con una campesina. Habrá que dar gracias al cielo que esto no fue una historia de terror, sino que se convirtió en una historia de esperanza.

Pero, ante todo, tenemos que reconocer que la historia de Generadora Unión es una narración épica. Es contar la historia de un grupo de ingenieros que creyeron en una quijotada: Construir centrales en las montañas de Colombia sin músculo financiero, a punta de ingeniería bien hecha y de proyectos atrevidos. Es la historia de cómo una oficina pequeña fue capaz de convencer a medio país de su visión, desarrollando proyectos imposibles. Como en toda épica, los protagonistas tienen que superar grandes pruebas y para Generadora fue estar varios años frente a un futuro totalmente desesperanzador. Fue atravesar una crisis económica que hubiera acabado a cualquiera, que apretaba todos los días, a toda hora. Se necesitó mucho valor (y tal vez un poco de terquedad) para seguir creyendo cuando todo parecía perdido. Para salir de ahí, no fue suficiente el trabajo constante y obstinado, sino la ayuda de todos ustedes lo que están aquí. Desde el apoyo sólido y silencioso de Diana y Margarita, hasta los esfuerzos de todos los amigos, que literalmente apostaron su trabajo a que estos proyectos salían. No queda más que dar las gracias, Generadora Unión no es más que el esfuerzo colectivo de todos ustedes.

Termino con otra historia. Uno historia que me ha contado mi papá mil veces y que pasó hace más o menos hace 50 años, en el colegio San José de la Salle en Medellín. En alguna clase, el profesor les pidió a los estudiantes que entregaran los trabajos un grupos de 5 personas. Esto no tendría ningún problema, excepto que el combo de amigos de mi papá eran 6. Trataron de hablar esto con el profesor, pero se encontraron con que los grupos eran de 5 personas, nada que hacer. Si entregaban un trabajo entre 6, la nota iría para los primeros cinco nombres que aparecieran en el trabajo, y el último tendría un cero.

El grupo no se dejo amedrentar, y entregaron los trabajos durante varios meses, cambiando el orden de la lista de los nombres, de tal forma que el cada uno se rotara el turno de recibir un cero.
Hasta que un día, cansados de los ceros (hombre, a nadie le gusta un cero) se les ocurrió una genialidad. Compás en mano, dibujaron un círculo  en la primera página del trabajo y pusieron todos los nombres en la circunferencia, uno detrás de otro. Así, no habría un orden fijo, no sería posible  saber cuál era el primero ni el último nombre de la lista.  Así entregaron el trabajo, y esperaron.
Cuando el profesor se los devolvió,  vieron una anotación que les decía “La constancia vence lo que la dicha no alcanza.” El profesor, además,  les quitó todos los ceros del semestre.

Esta es una historia muy bonita, y que se ha convertido en toda una fábula familiar. Un relato con el que mi papá nos trató de enseñar el valor de la lealtad, del ingenio y de la perseverancia. Pero, para mi hermano y para mí no deja de ser una historia.

Podemos imaginarnos ese momento, pero eso no se compara con lo que vimos con nuestros ojos. Estábamos en primer fila cuando se formó Generadora, nos tocó ver excavar lo túneles de Rio Piedras,  empezamos a soñar con Amoyá, y nos tocó ver como la empresa fue golpeada por la crisis, llegando a creer que se acabaría. Nos tocó recibir la llamada desde Austria del cuando ganamos Energy Globe, y escuchamos el ruido de la turbina en la casa de máquinas cuando Agua Fresca empezó a generar.

Una cosa es que a uno lo eduquen con historias, pero otra muy distinta es que lo eduquen con el ejemplo. Si en algún momento mi papá nos enseñó el valor de la lealtad, el ingenio y la  perseverancia, no fue con la historia del San José. Si aprendimos, fue de verlo a él y a Sergio, durante los últimos 20 años, trabajando con juicio, apoyándose en los amigos y dándole la cara a las dificultades.

Esa, aunque me quedo corto en palabras, es la historia de Generadora Unión que vale la pena contar.


domingo, 7 de junio de 2015

Buscando al Demonio

Por allá en el 2007, publiqué algo en facebook sobre un concurso de belleza de perros, donde se premiaba el perro más feo del mundo. Ganó un perro de una raza china sin pelo excepto por un mechón despelucado, medio ciego y con 4 dientes. Además, si es que es posible, en la foto salía haciendo gruñendo y haciendo mala cara.



Hubiera sido algo sin trascendencia, si no hubiera sido por que Tatiana que me dijo que en Envigado había uno peor. Un can salido de los infiernos que trataba de morder a los jóvenes que caminaban por Alcalá, un demonio andante que aterrorizaba a los niños y a las señoras, perro tan feo que su fama trascendía su barrio y su municipio. Tatiana lo conoció porque su abuelo vivía en el barrio, y me dijo que ella y sus primos lo llamaban con un nombre acorde a su belleza: Satanacus.

Cuenta la leyenda que un día un carro lo atropelló, y un niño lo levantó en brazos. Al ver esto, una vecina desde su balcón del segundo piso dijo, "Por fin se acabó el desprestigio de este barrio." Pero estas palabras fueron un hechizo, y Satanacus se reincorporó y salió caminando como si nada para su casa.

En esa época yo tenía cierta obsesión con el cine. Estaba planeando filmar un cortometraje con unos amigos, veía muchas películas y quería filmar. Cuando Tatiana me habló de Satanacus, lo primero que me vino a la cabeza fue un documental. Quería buscar al perro más feo de Envigado (y probablemente del mundo), saber quién era, ver si era tan feo como pensábamos, conocer a sus dueños y contar su historia, mientras me moría de la risa.

Le dije a Daniel que me ayudar a filmar pero necesitaba alguien más, alguien que lo buscara conmigo. Un personaje para el documental, alguien con chispa y con una muy buena capacidad de humor negro que se animara a acompañarme en tan absurda empresa. No me acuerdo exactamente como fue, pero Cárdenas se volvió el candidato preciso. Además de su buena vibra y su capacidad de burla infinita, Cardy era un tipazo lo que lo hacía compañía inigualable pa salir a pasear y a mamar gallo. 

Le conté la historia a ese enano hincha del Medellín y aceptó encantado. El fin de semana salimos con un cronograma preciso. La historia la iba a empezar a contar Tatiana, hablando de su infancia y del rol de Satanacus en ella. Paralelamente, Cardy y íbamos a ir buscando al perro por envigado, hablando con vecinos. Había varias escenas donde estábamos en el carro, reflexionando sobre el chandoso, tratando de encontrar verdades más grandes del mundo a partir de la historia de este perrito feo. 

Filmamos a Tatiana en un parque infantil, algunas imágenes de apoyo y de relleno (yo recogiendo a Cárdenas en la calle) y nos fuimos para Alcalá. A hablar con vecinos y construir el mito. Nuestro problema, como documentalistas aficionados, es que encontramos a Satanacus muy rápido. Estaba sentado al lado de su dueño en un murito a la salida de su casa.

En verdad es que era inmundo. Pero de lo inmundo, era divino. Satanacus tenía las patas traseras más largas que las delanteras, y su porte era de gato erizado. Algunos niños le decían el perro-gato y al verlo era muy fácil creer, como cuentan algunos, que su padre era un gato callejero errante que alguna vez atravesó Alcalá en sus andanzas. 


En realidad, no se llamaba Satanacus. Se había llamado Niño en alguna época, pero finalmente lo bautizaron Pájaro Loco, de cuenta de su mirada aleatoria y una cresta de pelo sobre su cabeza. Tenía los ojos amarillos, y un mechón blanco en el pecho que contrastaba con su pelaje café. Tal vez lo más impresionante era su boca. Tenía el mentón salido hacia adelante, y no tenía dientes "Ese perro no muerda sino que deja chupado" decía su dueño.

Esa tarde nos reímos mucho con todas las ocurrencias del dueño de Satanacus, que resultó ser un tipo simpatiquísimo. No teníamos mucho material para el video, pero no importaba. La tarde valió la pena. Tiempo después quise editar y ver si teníamos alguna historia, pero los videos se perdieron, tal vez en alguna formateada del computador. 

Lo que quedó un archivo fotográfico del día, que coincidencialmente estuve mirando esta semana. Me acordé de ese día, de las ocurrencias de Cardy y de lo bueno que pasamos. Creo que hubiera sido algo que hubiera olvidado fácilmente, si no fuera por la noticia de ayer. 

Hace mucho rato no veía a Cárdenas, pero eso no le quita el cariño que le tenía ni lo buen amigo que lo consideraba. Con sólo verlo, uno se ponía feliz. Me queda el guayabo de no haber hecho efectivas las cervezas pendientes que tenía con él. Sólo queda tomármelas con los que todavía están, que quiero montones y que hace rato no veo.

Satanacus murió en el 2009, me gusta pensar que Cárdenas se está riendo de él en el otro mundo, mientras se acuerda de la vez que tratamos de hacer un documental sobre ese perro.